Época: Paleolítico Superior
Inicio: Año 38000 A. C.
Fin: Año 9000 D.C.

Antecedente:
La región cantábrica

(C) Eduardo Ripoll



Comentario

Altamira es un hito fundamental de los orígenes del arte, supone la culminación de un estilo artístico forjado durante milenios.
La llamada Sala de Polícromos de la Cueva de Altamira es uno de los lugares más importantes de la prehistoria mundial. El arte que alberga no sólo constituye uno de los testimonios artísticos más antiguos de la humanidad y la primera manifestación de arte rupestre paleolítico que se descubrió en todo el planeta, sino, además, la obra cumbre de un pintor genial.

La Sala de Polícromos fue durante el Paleolítico Superior un santuario cuyo ambiente oscuro necesitó luz artificial para realizar las pinturas. Los artistas se iluminaron con lámparas alimentadas con grasa animal.

En esta sala de la cueva aparecen manifestaciones artísticas de diversos momentos del Paleolítico Superior. Se distinguen varias superposiciones que denotan que su realización se llevó a cabo en diversas etapas. Las representaciones comprenden una amplia variedad de temas del arte paleolítico: animales, signos y antropomorfos.

El conjunto de pinturas más antiguo corresponde al periodo Solutrense, entre 18.500 y 16.500 años. Son grandes figuras de caballos pintados en rojo o negro, manos pintadas en positivo y en negativo, y numerosos signos grabados.

Al conjunto de pinturas del periodo Magdaleniense, en torno a 14.500 años, corresponden los bisontes polícromos, representados en diferentes posturas y actitudes. Forman parte también de este conjunto dos caballos, una cierva y una impresionante cabeza de uro o toro del Paleolítico ya extinguido. También se conservan gran cantidad de grabados, entre los que destaca la figura completa de un impresionante ciervo en actitud de bramar y algunas cabezas de cápridos y cérvidos de gran belleza.

Los antropomorfos muestran convenciones habituales en este tipo de representaciones, como la actitud "orante", con las manos levantadas ante la cara, y cabezas que recuerdan la forma de los pájaros.

El pintor se ha servido de diversos procedimientos para elaborar su arte. Los colores se han conseguido a partir del carbón vegetal, arcillas y tierras naturales (óxidos de hierro y manganeso), disueltos en agua.

La técnica de ejecución asombra por su modernidad e inteligencia: primero se graba con buril el contorno de los animales que después resalta con lápices de carbón vegetal, raspándose y sombreándose si es preciso. El colorante de ocre se reserva para el interior, aplicado directamente con la mano o con aerógrafos de hueso, expresando la anatomía del animal y destacando algunos detalles peculiares al administrar las distintas tonalidades.

Algunas zonas se modelan a través del raspado, el lavado y la frotación de los colores. El pintor selecciona los rasgos esenciales que identifican la especie, aprovecha las formas y protuberancias naturales de la cueva para encajar sus figuras, adquiriendo así, algunas de ellas, volumen y relieve.

El arte de Altamira alcanza en el Gran Techo todo su apogeo, pero también en otras galerias de la gruta se conservan manifestaciones rupestres interesantes y menos conocidas. La última de ellas recibe el nombre de "Cola de Caballo". Alberga representaciones pintadas y grabadas de animales (caballos, ciervos, bisontes), signos reticulados y máscaras.

La interpretación del arte rupestre cuaternario sigue siendo objeto de vivas polémicas. Han sido formuladas varias teorías para interpretar este arte: el arte ornamental, la magia propiciatoria, la mentalidad totémica, el chamanismo. En cualquier caso, la mayoría de los investigadores piensan que el arte rupestre paleolítico formó parte del mundo espiritual y religioso de sus autores, que respondía a unas creencias y que, por tanto, las cuevas decoradas fueron santuarios en los que el hombre plasmó una concepción del mundo que se perdió en el tiempo.